A los que Jesús llamó a seguirle, les encargo de relatar a otros lo que les había pasado en confiar en Cristo el Señor. Nos atañe a todos.
“Nosotros también os anunciamos el evangelio” Hechos 13:32.

Desde el comienzo de su ministerio público, Jesús llamaba a pecadores a convertirse en seguidores de Él y luego testificar de lo que aprendieran en su presencia. Pasaba Jesús por el lugar donde Juan Bautista estaba con algunos discípulos suyos y Juan “mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios” Juan 1:36. Esto fue suficiente para que dos discípulos de Juan fuesen en pos de Jesús. Cuando Jesús se volvió y veían que le seguían les preguntó escuetamente “¿Qué buscáis?” Contestaron, “Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?” v.38. Jesús les invitó a venir para ver y se quedaron con Él. Esto fue su momento de conversión y salidos de la presencia del Señor, comenzaron a testificar de su hallazgo. “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)” vv.40-41. De un día al otro comenzaron a testificar de su Señor.

Cuando Jesús llamó a los pescadores que trabajaban en el mar de Galilea a venir en pos de Él, les reveló su plan de cambiar el enfoque de su vida, “os haré pescadores de hombres” Mateo 4:19. Cuando a la mujer samaritana se le abrió el entendimiento de Quién fuera Jesús, dejó su cántaro sin llenarlo y corrió para decir a los hombres de la ciudad, “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Juan 4:29. La mujer no tenía gran conocimiento, pero sabía quién era Jesús y esto bastaba para que diera testimonio de Él.

El gadareno endemoniado fue librado de su flagelo y cuando quiso acompañar a Jesús en sus viajes, Jesús le mandó a testificar a los suyos, “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti” Marco 5:19. Antes de ir al cielo, Jesús encargó a sus discípulos una tarea que debemos continuar cumpliendo hasta que Cristo venga, “id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos… enseñándoles… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” Mateo 28:19-20. El testimonio que debemos entregar es acerca de Cristo y su poder salvador. Apliquemos el principio que Juan Bautista estableció, “es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” Juan 3:30. Testifiquemos del Salvador. –DAJ

Lectura Diaria:
2 Cronicas 33 [leer]
/Daniel 1 [leer]
/1 Juan 3 [leer]