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“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” 1 Juan 4:4.
En el verso 3 de 1 Juan 4, el apóstol hizo referencia a las personas que no confiesan a Jesucristo como Dios venido en carne humana. Declaró que ellas están motivadas por un espíritu anticristo y tales personas abundan en el mundo hoy. En el texto de cabecera, Juan declara que los que creen en Jesucristo como el Hijo de Dios son de Dios. Pertenecen a la familia de Dios por haber rechazado el error y por haber creído en Cristo el Salvador. Una característica de los que son de Dios es que han vencido. ¿En qué sentido son vencedores? Ellos son contrastados con los pregoneros del error quienes están imbuidos por el espíritu anticristo. Estos enemigos de la verdad hacen un intento de engañar y hacer tropezar a los que creen la verdad acerca de Jesucristo. Sin embargo, los cristianos en el día de Juan no les hicieron caso. Se negaron a caer en la trampa y por eso se ven como vencedores porque no creyeron la falsa doctrina. Necesitamos más vencedores de esta índole hoy en día.
¿De dónde viene el poder para mantenerse firme frente al error? La respuesta viene en seguida, “porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. El que estaba en ellos era el Espíritu Santo de Dios. Fue por medio de Él que pudieron mantenerse incólumes cuando el diablo vino con sus engaños. El contraste entre “el que está en vosotros” y “el que está en el mundo” es entre el Espíritu Santo en el salvado y el espíritu maligno quien es el diablo que está en los mundanos. El Espíritu Santo capacita al hijo de Dios para que pueda resistir la seducción del diablo. Solamente la gracia de Dios obrando en la vida del creyente le hace vencedor. El que mora en el corazón del hijo de Dios es infinitamente más poderoso que “los gobernadores de las tinieblas de este siglo” Efesios 6:12.
El Espíritu Santo tiene un magnífico ministerio en cada hijo de Dios. Enseña, ilumina, santifica, protege, fortalece, y preserva al creyente para la gloria de Dios. Cada uno de nosotros podemos sentirnos bendecidos sobremanera por lo que Dios ha hecho por su gracia en nuestra vida. –daj
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