LA PERSONA QUE ORA

La práctica de orar a Dios no debe ser solamente con una lista de peticiones. La razón principal porque oramos debe ser tener comunión con Él a través del Señor Jesús. La práctica de la oración produce cambios en la vida de la persona que la hace. El verdadero valor de una persona se ve cuando está de rodillas, sola, delante de Dios, y no cuando esté parada frente al prójimo. Estar en la presencia de Dios nos desnuda de toda pretensión humana. No hay nada encubierto ante los santos ojos de Él. Cualquier vestigio de hipocresía debe desaparecer en la presencia del Dios verdadero. La estatura moral del cristiano no se ve cuando se para frente a otros, sino cuando se presenta delante de su Señor. No se toma la medida del cristiano según lo que estimen los hombres, sino según lo que Dios ve. Y el corazón sincero acepta la evaluación de Él. Orar es el privilegio de cada hijo e hija de Dios. La puerta a la presencia del Padre está siempre abierta. La invitación es “acerquémonos con confianza”. Pero esta misma franquicia produce un auto examen, ya que una condición para orar es que levantemos manos santas, “sin ira ni contienda” 1 Timoteo 2:8. Levantar manos santas es venir delante de Dios sin haber estado ocupado en actividades maliciosas. Y si las manos están sucias,...

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