El mundo sería muy diferente si sus habitantes conocieran y practicaran el amor de Dios. El amor de Dios es evidente en su oferta de salvación al que cree en Cristo. De ahí, el amor se expande para incluir a otros.

 

Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.” 1 Juan 5:3.

Los eslabones en la cadena de amor tienen su comienzo en la fe ejercitada para nacer como hijo en la familia de Dios. Nos conduce a considerar la misma fe que permite al hijo de Dios vivir victorioso en un ambiente que milita en contra de la obediencia a los mandamientos de Dios. Obedecerlos le agrada a Dios. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” v.1. Así comienza la bella experiencia de formar parte de la familia de Dios para vivir eternamente en la “casa del Padre” Juan 14:1. El recién nacido en la familia halla que no solamente “ama al que engendró,” es decir, ama a Dios, sino “ama también al que ha sido engendrado por él” o sea, a los que también son hijos de Dios. El cambio radical se ve cuando una persona que antes no conocía a Dios y no toleraba al que profesaba ser cristiano, al convertirse, halla que el odio es reemplazado por el amor; “ama también al que ha sido engendrado por él” v.1.

 

No solamente hay amor para con otros, y en especial para con los otros hijos de Dios, sino también hay deleite en llevar una nueva clase de vida. Hay ciertos hábitos pecaminosos que desaparecen y luego hay más preocupación por vivir una vida santa. Hay actividades en compañía de los miembros de la iglesia local que buscan el bienestar del prójimo cuando antes, la vida era egoísta. “Amamos a los hijos de Dios,… amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” v.2. Estos son los eslabones en la cadena de amor. El texto de cabecera resume cuán potente es este amor ejercitado hacia Dios. El ejercicio del amor a Dios no halla pesados los mandamientos que controla la vida del hijo de Dios. Jesús mismo dijo: “llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque MI YUGO ES FÁCIL, Y LIGERA MI CARGA” Mateo 11:29-30. Lo que el Señor espera no está más allá de nuestra capacidad de obedecer pues con la vida suya provee los recursos necesarios para cumplir su voluntad.

 

Cuando el corazón está sumiso y contento en el Señor, y aprendemos de Jesús quien es “manso y humilde de corazón” Mateo 11:29, no hay queja pues los “mandamientos no son gravosos”. En vez de vivir derrotado por la carne nuestra que es contraria a la santidad de Dios, la fe nos ayuda a vencer la tentación y nos lleva de victoria en victoria. Todo esto se experimenta al practicar el amor de Dios en nuestra vida. No se puede separar la obediencia del amor hacia Dios. El amor conduce a la obediencia y la obediencia que trae bendición fomenta más amor a la fuente del amor. Vale la pena obedecer y amar pues “los mandamientos no son gravosos”. –daj

Lectura Diaria:
Génesis 15:1-16:16 [leer]
/Job 18:1-19:29 [leer]
/Mateo 8:28-9:17 [leer]