La navidad según Dios (2)

“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25 La venida de Cristo es un hecho portentoso y fundamental. Como ya mencionábamos ayer, no nos referimos a su nacimiento solamente, como un hecho aislado o inconexo, sino a todo lo que hay con relación a que el Hijo de Dios viniese a este mundo, según sus propias palabras “a buscar ya  salvar lo que se había perdido” (Mt 18.11, Lc19.10). A la luz de la revelación bíblica, la venida de Cristo reemplaza una serie de figuras del Antiguo Testamento, cuyo significado último pocos quizá pudieran haber vislumbrado en la antigüedad. Entre éstas, tenemos el sistema de sacerdocio y adoración, con su serie de instrucciones, reglamentos y ceremonias, donde es posible identificar esbozos de la vida de Cristo y trazos con respecto a su muerte expiatoria en la cruz, ocurrida miles de años después. El escritor a los Hebreos señala que los sacerdotes de la antigüedad servían a lo que era “ejemplo y sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5, RV 1569). Lo maravilloso es que con la venida del Cristo se reemplazan todos esos esbozos y sombras, y tenemos una realidad nueva, gloriosa y perfecta. Refiriéndose a esto, nos enseña que un sistema imperfecto es reemplazado por uno mejor, uno perfecto.   Como sacerdote,...

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