El camino a la felicidad: llorar

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4)   Jesús está enseñando a las multitudes y a sus discípulos. En sus palabras hay un mensaje cuyo énfasis va absolutamente en la dirección opuesta a la superficialidad y frivolidad de la vida según se vive en este mundo, entonces y ahora. Su palabra va contra todas las expectativas de quienes le escuchan porque Él les está diciendo que los que lloran serán consolados. Este mundo sólo quiere reír y disfrutar y en todo momento se trata de ocultar o maquillar el dolor, de presentar los unos a los otros un rostro despreocupado y libre. Sin embargo la experiencia nos enseña que hay mucho dolor en este mundo. En cierto sentido así tiene que ser pues desde la caída de Adán, el hombre padece las consecuencias funestas de la entrada del pecado en el mundo “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). Salomón escribió que hay un tiempo de llorar (Eclesiastés 3). La tristeza y el llanto están presente en la vida de muchos personajes bíblicos y es así como leemos de varios hombres de Dios que lloran en la Biblia: Abraham lloró a Sara; David lloró por soledad e incomprensión (Salmo 42) y también lo hace...

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