El camino a la felicidad: ser humilde
“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” Mateo 5:5 Ellos esperaban al Mesías, al menos así lo decían. Ellos esperaban que –de ser el Mesías– les reconociera su gran religiosidad y su extraordinaria espiritualidad, casi como para decirles que estaban listos para el reino de Dios. Sin embargo, nuestro Señor inicia su ministerio público diciendo que bienaventurados son los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. No de aquellos que piensan que son justos y rectos sino de aquellos que se reconocen como pecadores. ¿Ustedes quieren entrar a las bendiciones de Dios? entonces deben ser pobres, deben llorar, y… deben ser humildes o mansos. La humildad para con Dios es la disposición del espíritu en la cual aceptamos sus tratos para con nosotros como justos y buenos, y por lo tanto no le resistimos. En el antiguo testamento, mansos eran aquellos que descansaban en Dios más que en su propia fuerza para defenderlos en contra de la injusticia. De hecho. El ser humilde es una de las características del Hijo de Dios: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;” Mateo 11:29. De acuerdo a Gálatas 5:23 aprendemos que esto es una obra del Espíritu Santo, no de la voluntad humana, y aquí nos damos cuenta de...
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