Mes: Enero 2013

La excelencia de la ley de Dios

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17) En los primeros versículos de Mateo 5 el Señor Jesús ha expresado los requisitos que deben expresar los súbditos del reino de Dios. Estos son exigibles a todos los justos de la historia, tanto del antiguo como del nuevo testamento. Las enseñanzas de Jesús parecen tan radicalmente opuestas a lo que la gente de su tiempo escuchaba de los escribas y los fariseos, que se preguntan si acaso esta es una ley distinta, nueva, que invalida la anterior. Sin embargo, el Hijo de Dios, conociendo los pensamientos de la gente, procede a dejar en claro que no se trata de una nueva ley sino más bien a la explicación real del significado que la ley de Dios quería expresar. Claramente les dice que él no ha venido a abrogar las enseñanzas del antiguo testamento sino a cumplirlas completamente. ¿De qué ley está hablando Jesús? De la ley moral, eterna e inmutable. Esta ley representa un claro contraste con nuestra forma de vida natural, sin ley, sin consistencia, sin parámetros permanentes. Podremos decir que la ley moral es la voluntad revelada de Dios con respecto a la conducta humana, aplicable a todos los hombres en todas la edades. Es parte de “las cosas invisibles de él” que “se...

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Los creyentes, convertidos a Cristo

“Hemos hallado al Mesías” Juan 1:40-42 A manera de resumen, podemos decir que al comienzo del capítulo uno de Juan tuvimos una visión del Hijo de Dios morando con su Padre. Le seguimos en su descenso hacia la tierra, donde se humanó a fin de traer luz y vida. El Cristo es rechazado por la mayoría de los judíos, pero cuando Juan el Bautista le señala como el “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, produce en los corazones de dos de sus oyentes el ferviente deseo de conocerle y seguirle. Casi al final del capítulo, el Hijo de Dios se encuentra proclamado por Juan el Bautista como el Cordero de Dios, rechazado por la mayor parte de su pueblo y seguido solamente por dos hombres humildes. Él ha venido al mundo porque Dios en su amor lo envió, y ha venido para buscar y salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10). La mayoría de la gente de su tiempo le rechazó, lo que no es extraño pues en todas las edades ha ocurrido así. Notablemente, siempre el elemento religioso se ha opuesto a la verdad y a la gracia de Dios. Esto es evidente en la historia bíblica comenzando desde Caín. Esto generó gran dolor al corazón del Hijo de Dios, como nos lo expresa el relato del evangelio describiendo la reacción del Señor al...

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Los que le reciben, hijos de Dios

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” Juan 1:12 En los primeros versículos del  primer capítulo de Juan se nos muestra la preeminencia de Verbo encarnado, el Hijo de Dios, que ha venido a alumbrar y a bendecir a los hombres. Sin embargo, Dios nunca ha pasado por alto el pecado ni es indiferente al pecador. El revela el pecado y donde hay reconocimiento y arrepentimiento, de inmediato proporciona el remedio, y así se presentó a Israel en su tiempo. Ellos tuvieron que reconocer que “jamás hombre alguno ha hablado como este hombre” (Juan 7:46). Al ver sus milagros se pasmaban por su poder, amor y sabiduría “Y en gran manera se maravillaban, diciendo: bien lo ha hecho todo” (Marcos 7:37). Por un lado él era tan sencillo, tan poderoso en sus dichos y con tanta su simpatía con los necesitados, pero por otro lado quienes le escuchaban se sentían incómodos con la luz que escudriñaba hasta lo más profundo. Así es como frente al verbo que enseñaba las verdades divinas y no los credos humanos, hastiados de él, lo llevaron a Poncio Pilato a quien exigieron que fuese crucificado. Dios nos cuenta la historia en breves palabras: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). Frente al Hijo...

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Los oyentes, personas que ignoran

“En medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis” Juan 1:26 ¿Conoce el lector a Cristo? En el capítulo primero de Juan hemos examinado acerca de la deidad de Jesús. El Dios eterno toma forma humana, entra en el mundo y habita entre los hombres. El enviado para anunciarle, Juan, sabe perfectamente quién es él. No tiene, tampoco,  un concepto incorrecto ni sobredimensionado acerca de sí mismo. Él ha reconocido a Hijo de Dios como el eterno Dios y así lo ha presentado delante de los demás y ha reconocido su bajeza e indignidad delante de Dios. Juan  prosigue en su revelación, mostrándonos que aquel que viene después de él, en realidad es uno que es eterno. Cita el antiguo testamento donde hay un llamado a prepararse para la venida de Jehová: Voz que clama en el desierto: “Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3). En la profecía el que ha de venir es Jehová. Jehová es el nombre propio del Dios de Israel, aquel que es absoluto e inmutable, eterno, creador, que existe desde siempre, auto-consistente, auto-sustentado, que existe más allá del tiempo, in-creado, in-causado, in-explicable. No dice cómo, no dice cuándo, sólo dice que va a venir y no es cualquiera el que viene, viene el Señor. Entonces, la revelación de Juan el Bautista es tremenda: ése Dios,...

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El precursor, el hombre sencillo

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Éste es el testimonio de Juan” Juan 1:18-19 En la meditación de ayer veíamos algunas declaraciones importantes respecto del Señor Jesucristo, de su eterna existencia, y a la vez del hecho que él decidiera entrar en el tiempo viniendo a este mundo, al que trajo luz y vida eterna. Avanzando en el capítulo 1 de Juan, nos encontramos rápidamente con Juan, llamado “el bautista”. Juan había sido enviado como el precursor para preparar al pueblo judío para la llegada de Jesús. Es interesante pues el mensaje de Juan concita la atención y curiosidad de los judíos quienes van a él con algunas preguntas. De sus respuestas podemos percibir claramente lo que Juan decía de Jesús y lo que él decía de sí mismo. Es que la felicidad o desdicha eternas del ser humano dependen de estas dos cosas. Tristemente, la mayoría de las personas tienen pensamientos muy vagos e incompletos respecto de Cristo y muy altos respecto de sí mismos. Por eso, “cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?” el respondió claramente, “Yo no soy el Cristo”, “Yo no soy Elías”, “Yo no soy el profeta” (v. 19-21). A continuación le preguntan: “¿Pues quién eres?…  ¿qué dices de...

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