La roca era Cristo (IV)

“Métete en la peña” Isaías 2:10 La figura de la roca es apreciada por David en el Antiguo Testamento. En el Salmo 18 el poeta emplea muchas analogías para referirse a la fortaleza  y solidez de Dios. En los primeros versículos David llama a Jehová “roca mía”, “castillo mío”, “mi libertador”, “Dios mío”, “fortaleza mía”, “mi escudo”, “fuerza de mi salvación”, “mi alto refugio”.  Es notorio cómo David se apropia de estas características, de la misma manera en que un creyente en Cristo del día de hoy puede apropiarse de la provisión, seguridad y protección divinas: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28-29). Aquí Jesús nos enseña acerca de la doble protección del que confía en él. El creyente está en su mano, y además en la mano de su Padre. No obstante lo anterior, en el pasaje de Pablo a los Corintios que hemos estado considerando, Dios nos enseña que es posible haber disfrutado de las bendiciones de Dios, de su protección y su cuidado… y perderse para siempre. Es que Dios en su gracia bendice a todos, y quien escucha su Palabra...

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