DRAMA DE UNA MUCHACHA ISRAELITA 4
Naamán está a punto de perder la bendición que Dios tiene para él. Su orgullo no le permite meterse en el río Jordán. Voces más cuerdas intervienen y el gran general las hace caso. Es una lección importante para cada cual. La humildad trae bendición. “Más sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?” 2 Reyes 5:13. Frente a la súplica de sus criados, se evaporó el orgullo de Naamán. Cuando Dios habla, espera que sea obedecido, aunque pensemos de otra manera. “Padre mío,” le dijeron, “si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no lo harías? ¿Cuánto más, diciéndote: lávate y serás limpio?” v.13. Afortunadamente, Naamán les escuchó. ¿Qué iba a perder si hiciera la prueba? Se dirigió hacia el río Jordán, y deteniendo su carro de nuevo, bajó al río. Quitándose la ropa que tapaba lo extensa de la lepra, se metió en el agua. Naamán se zambullía una y otra vez recordando que fuesen siete las metidas requeridas. Sus siervos, casi sin respirar, aguardaban en silencio el resultado. Ninguna diferencia se notaba cuando ya iban cinco zambullidas. Tampoco la sexta vez, pero ya se metía de nuevo, “y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios;...
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