Buscando a los perdidos (III)
“Busca con diligencia hasta encontrarla” Lucas 15:8 Los publicanos y pecadores se acercan a Jesús para oírle. Los fariseos y escribas están al lado suyo y NO quieren oírle. Esta paradoja se da aun el día de hoy. Jóvenes y señoritas criados en el evangelio y expuestos desde niños a las verdades de la palabra de Dios ya no quieren saber más de ella. Les incomoda Cristo, les molesta este mensaje de perdón, acogida y salvación. En la seguridad de un hogar cristiano obediente hay abundancia de provisión espiritual, y lo material no ha de faltar tampoco, pero los religiosos del tiempo de Jesús están tan alejados de la voluntad de Dios y tan satisfechos con su propia justicia que lamentan la misericordia que él despliega en beneficio de los necesitados y hambrientos espirituales. En seguida Jesús presenta la parábola de una moneda perdida, aquí llamada dracma. Posiblemente, se nos dice, formaría parte de un collar, cintillo o adorno nupcial y, por lo tanto, de enorme valor más allá que lo estrictamente comercial. Así ocurre con cada alma perdida. Para Dios tiene tanto valor que le buscará con esfuerzo y dedicación. Si hay algún lector que duda del amor de Dios, o que duda de la intensidad de ese amor, o que se pregunta si será de interés su persona y sus circunstancias para un Dios tan alto, santo...
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