Buscando a los perdidos (V)

“Le dijeron: Señor, danos siempre este pan” Juan 6:34 El hijo menor, al igual que el hombre, desperdicia sus bienes en el mundo. Vive perdidamente pues no tiene otra forma de vivir en un mundo perdido. Uno a uno, los bienes con que hemos sido bendecidos van siendo malgastados. Ahí tenemos la vida y la salud, malgastados en una vida articulada en torno al yo. También la inocencia de la infancia, la bondad de un niño, en la cual se reconocen atisbos de la imagen de Dios, se pierden a poco andar en este mundo. Luego tenemos el libre albedrío la voluntad, que se emplean para el mal. El hombre desperdicia sus bienes y puede sobrevivir en la tierra apartada de Dios y de su voluntad porque se alimenta de algarrobas. Es posible alimentarse de algarrobas por algún tiempo, incluso años, pero inevitablemente el alma necesita el verdadero pan del cielo (Juan 6:32). Frente a las dudas y preguntas trascendentales del ser humano el hambre se hace grande e insostenible. Si el lector la ha experimentado sabe que sólo hay satisfacción en Cristo. El hijo menor recordó que había disfrutado de pan en la casa del Padre. Para algún lector puede ser una memoria de la infancia o la juventud, la escuela dominical, la enseñanza de alguna madre devota. Para otro será la primera vez que se da cuenta...

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