La vida eterna (II)
“Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” 1 Juan 2:25 La vida eterna se obtiene por recibir al Señor Jesucristo como el salvador personal (Juan 3:16). Como hemos visto, Dios ha enmendado lo que estaba estropeado proveyendo una forma –perfecta– de restituir la plenitud de esa existencia. Esta comunión con Dios es eterna, y no puede ser terminada. ¡Ah…! ¿pero y qué de los fallecidos? Los fallecidos creyentes no están muertos sino que duermen. Los cristianos no pueden morir porque tienen la vida eterna. Han pasado a la presencia del Señor. Creyeron en Cristo y se hizo realidad lo que él dijo: “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Esa comunión vital ya no termina más. ¿Cómo podría acabarse? ¿Cómo podría perderse la salvación? ¿Cómo podrían morir los creyentes? En la historia de la resurrección de Lázaro, Jesús nos da un anticipo de la primera resurrección: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” (Juan 11:11) ¡Qué emocionante pensar si así dijera el Señor de cada uno de nosotros los creyentes!, aunque para eso debiéramos haber partido de este mundo. En la hora que sólo el Padre sabe, el Hijo de Dios dirá “nuestro amigo David Jones duerme, mas voy para despertarle”. Él llamará de la tumba...
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