De en medio del fuego (IV)

“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí” Jeremías 15:16 Si Dios ha hablado, entonces el cristiano debe hablar en nombre de Dios también. El verdadero creyente ahora conoce a Dios y lo que el ha hablado. Tiene, por lo tanto, la autoridad para hablar, conversar, predicar y enseñar según las Escrituras pues son las mismas palabras de Dios, que una vez oyó y obedeció. Debe hacerlo con fidelidad. Este mandamiento es constante en la Biblia partiendo por enseñar las palabras de Dios en la familia a los hijos y en la sociedad (Deuteronomio 4:10). ¿Hemos hablado sus palabras a nuestros semejantes? ¿Se oye su palabra en nuestros hogares, en nuestra mesa, en nuestra conversación? Dios ha hablado, y su revelación es tan exclusiva y excluyente que él advierte contra añadirle o quitarle (Deuteronomio 4:2). Lo que Dios habla es para nuestro bien. Nos quiere enseñar su voluntad, buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2). Sus advertencias y ordenanzas son todas para que seamos felices y nos vaya bien, y no suframos las inevitables consecuencias de la desobediencia (Deuteronomio 5:29). Dios ha hablado también para nuestra redención. Cuando pensamos en redención, nos es fácil y directo pensar en la cruz y la muerte de Jesús por nuestros pecados, pero esto es la consumación del plan de Dios y de su revelación en cuanto a la redención. A lo largo de...

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