El Hijo de Dios tuvo que ser afligido para salvar a los suyos (Hebreos 2:10). Ahora les ha santificado y, por lo tanto, puede llamarle ”hermanos” (Hebreos 2:11). El no se avergüenza de eso. Más aun, en el pasaje del antiguo testamento citado en Hebreos les llama “mis hermanos” (Salmo 22:22). La pregunta es: ¿De quién somos llamados hermanos?
“Subo a mi Padre y a vuestro Padre” Juan 20:17
La respuesta la tenemos en el mismo Salmo 22. Somos llamados hermanos de uno que dijo:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?, ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?”
“No te alejes de mí, porque la angustia está cerca, porque no hay quien ayude”
“Horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos”
“Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”
La cercanía que es posible disfrutar con el Dios eterno ha sido posible sobre la base de la pasión, angustia y muerte del Hijo de Dios. Dios es cercano porque su hijo fue desamparado. En la cruz del Calvario llevó el pecado del mundo, sufriendo en su cuerpo la ira de Dios, en nuestro lugar. Ahora, por ese sacrificio es que él puede “salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios” (Hebreos 7:25). Su lejanía ha sido nuestra cercanía, su muerte ha sido nuestra vida, su dolor ha sido nuestro gozo. No debiéramos, por tanto, tomar livianamente el que Jesús nos llama hermanos. No somos nosotros los convocados a llamarle hermano a él, quien más bien es nuestro Señor y Salvador.
Tal cercanía la declara el mismo Jesús resucitado, ya vencedor sobre la muerte, “Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). Tal cercanía no terminará jamás pues perdurará por toda la eternidad ya que “así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). Con razón, desde el principio de la vida terrenal de Jesús el evangelista cita la profecía de Isaías:
“Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mateo 1:21-23)
Que apreciemos este privilegio y nos obligue a la gratitud y al servicio suyo. rc
Lectura Diaria: | ||
2 Reyes 2 [leer]
|
/Jeremías 35 [leer]
|
/Hebreos 7 [leer]
|