Nicodemo seguramente se sorprendió de la respuesta de este “Rabí”, cuando le declara su necesidad de nacer de nuevo. Entrenado en las palabras y en el debate, él prosigue con el camino de la lógica y pregunta con interés: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 3:4).  El Señor Jesús procede a aclarar sus dudas y le explica con paciencia y claridad la diferencia radical que existe entre las cosas espirituales y las materiales.

“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan3:6)

Jesús no ridiculiza a Nicodemo como tampoco lo hace con ninguno que con sinceridad inquiere acerca de la verdad. Él dijo una vez “porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lucas 9:56). 

El maestro de la ley comienza a percibir que Jesús y toda su enseñanza tratan de aspectos que el hombre natural no conoce. Recién percibe  que hay algo que él debiese saber pero que desconoce. Nicodemo comienza entonces su camino hacia la verdad, y formula recién la primera pregunta correcta: “¿Cómo puede hacerse esto?” (v. 9). Él venía a debatir, ahora recién comienza a preguntar, y comienza por lo tanto a recibir las respuestas que su alma anhela oír:

“Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre” (v. 13).

En seguida, Jesús aclara para él el sentido de las figuras del Antiguo Testamento, las mismas que Nicodemo pretendía conocer y enseñar:

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (v. 14-15).

Prosigue Jesús, y le habla ahora del amor incomparable de Dios, que está disponible para todos. Este nuevo nacimiento es un acto de Dios por el cual la vida eterna es impartida al que cree (2 Corintios 5:17, Tito 3:5). Nicodemo probablemente es enseñado también que el nacer de nuevo corresponde a la idea de “ser hecho hijos de Dios” mediante la fe en el Verbo encarnado (Juan 1:12-13).

Esto no es como la ley a la cual él ha estado acostumbrado, no es la ley árida de los escribas y fariseos, sin embargo es la misma palabra que Dios habló en el Antiguo Testamento, que adquiere vida en labios del Hijo de Dios:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (v. 16-17).

Luego Jesús le hablará de la luz, de que es necesario exponer ante los ojos de Dios los pecados del hombre. Nicodemo ya no habla más porque ha oído la voz de Dios. En algún momento desde este momento en adelante llegó a creer verdaderamente en Jesús (Juan 7:50-52) pues arriesga su propia vida y reputación al colaborar para que el cuerpo del Señor recibiera un digno entierro (Juan 19:38-42). El ejemplo es para todos nosotros. ¿Hemos de venir al Hijo de Dios con los argumentos de la lógica? La respuesta es una sola: dejar de hacer preguntas y escuchar la voz de Cristo: “os es necesario nacer de nuevo”. rc

Lectura Diaria:
2 Reyes 5 [leer]
/Jeremías 38 [leer]
/Hebreos 9:15-28 [leer]