El camino del creyente hacia el cielo es un camino de mucha seguridad. La salvación está segura y el cristiano es preservado de distintas clases de mal por el solo hecho de guardar la palabra de Dios. Seguir sus mandamientos hace al creyente fiel evitar las consecuencias de estilos de vida desviados, malas compañías, malos consejos, tentaciones diversas, etc.
“El acercarme a Dios es el bien” Salmo 73:28
Sin embargo, en otro sentido el camino al cielo es un camino muy peligroso en cuanto está rodeado de dificultades. Basta un solo paso en falso y caemos. De cuántos pasos inconvenientes es librado el creyente por la gracia de Dios, y cuántas veces pudiéramos exclamar:
“Casi se deslizaron mis pies. Por poco resbalaron mis pasos” (Salmo 73:2)
En los caminos más planos caemos con facilidad, porque somos en realidad muy débiles. Somos muy proclives a pecar, escogemos el peligro y curiosamente somos muy dados a considerarnos fuertes. La distracción está siempre presente, y si no fuera por la presencia de quien fortalece nuestros brazos, más pronto caeríamos y más lento nos levantaríamos.
“Los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob, por el nombre del Pastor, la Roca de Israel” (Génesis 49:24)
Es un camino peligroso también, porque estamos rodeados de enemigos cuyo fin es desestabilizar y hacer caer al creyente. En cada recodo de la senda habrá un peligro distinto, evidente o disimulado. Tal como en la historia de El Peregrino, Cristiano en su camino a la Ciudad Celestial encuentra dificultades y enemigos, el creyente de hoy debe estar en alerta constante. El mundo no está consciente del peligro pues vive inmerso en él. Es parte de su forma de vida y no le es ajeno. El cristiano, en cambio, es extranjero. Pertenece a otro país de tal manera que su andar y costumbres son de otro tipo (1 Pedro 2:11).
Sólo un brazo poderoso puede preservarnos de peligros no anticipados y enemigos ocultos que buscan destruirnos. Nuestra defensa es uno capaz de mantenernos firmes en la vía (Romanos 14:4) y es poderoso para guardarnos sin caída hasta nuestro encuentro con él (Judas 1:24). Pese a nuestros fracasos y tropiezos recurrentes, él nos guardará por su amor y gracia. Que podamos reconocer al final del día: “Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria” (Salmo 73:24) –rc
Lectura Diaria: | ||
2 Reyes 15:32-16:20 [leer]
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/Jeremias 50:21-46 [leer]
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/Tito 2:9-3:15 [leer]
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