Melquisedec o ‘malki tsedek‘ [מלכי צדק], rey de Salem, tiene un nombre y título que significan “Rey y Señor de Justicia y de Paz”. El detalle de su nombre es una característica muy notable pues la justicia es un atributo esencial de Jehová, Dios eterno y todopoderoso.
“Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo” Génesis 14:18
Esta palabra hebrea para justicia –‘tsedek’– es primariamente una referencia a que Dios es un Dios justo y recto. Es quien es como debe ser, en pureza, rectitud e integridad. También se refiere a la virtud por medio de la cual él pronuncia apropiada sentencia contra los transgresores. ‘Tsedek’ fue traducida por los eruditos al griego como ‘dikaiosynēδ’ [ικαιοσύνη] que en diferentes versiones al español está traducida en otras voces que expanden su significado.
Así, la tenemos traducida como justicia la mayoría de las veces, pero también la encontramos como misericordia, alegría, fidelidad y salvación. Esto ocurre tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Estas otras acepciones van detrás de la primera –justicia– pero son parte del concepto integral de la justicia divina, como lo expresa Etán el ezraíta cuando escribe acerca del pacto de Dios con David:
“Justicia [‘tsedek’] y juicio son el cimiento de tu trono. Misericordia y verdad van delante de tu rostro” (Salmo 89:14)
Vemos que la justicia es el primer elemento del fundamento del trono de Dios. La justicia divina es actuar como debe ser según su infinito estándar, es la verdad, es pronunciar rectas y perfectas sentencias. La justicia divina además está marcada por la misericordia de Dios. Esto lo entendió el reformador Martín Lutero mientras leía el Salmo 71 y se conmovió al leer: “En ti, oh Jehová, he esperado; no sea yo avergonzado jamás. Hazme escapar, y líbrame en tu justicia [‘tsedek’]; inclina a mí tu oído y sálvame” (Salmo 71:1-2). El punto es que la justicia de Dios no es para condenar, es para salvar.
Melquisedec representa ya desde su nombre al Dios que es salvador y misericordioso, que se acerca al hombre en su justicia… para salvarle y bendecirle. Fue anunciado: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:20-21).
Para Abraham fue bendición su encuentro con aquel cuyo nombre era “Mi Rey y Señor es Justicia y Paz”. En el capítulo siguiente, después de este encuentro, se escribe de Abraham: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6). En el Nuevo Testamento leemos “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Esta justicia que salva está disponible por la fe a todo aquel que cree (Romanos 1:16). Esta justicia tenía en Melquisedec a un fiel representante. ¿Tiene el lector la justicia de Dios? –rc
(Continúa)
Lectura Diaria: | ||
2 Cronicas 10-11 [leer]
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/Ezequiel 34 [leer]
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/Juan 13:1-30 [leer]
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