Una tradición importante en los Estados Unidos es la observación de un día de agradecimiento el último jueves de cada noviembre. El presidente Lincoln hizo una declaración oficial hace 150 años, estimulando a los ciudadanos a expresar gratitud a Dios por su providencia y bendiciones. Hoy parecemos más una nación de ingratos. Esta semana, un diario nacional presentó una corta encuesta acerca del propósito del Día de Acción de Gracias con sólo dos opciones. a) Comer pavo, ó b) Empezar las ventas navideñas. ¡Qué triste!
En 1 Tesalonicenses 4:18 San Pablo nos dice por medio del Espíritu Santo, “dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús”
Todo ser humano debe cada bendición a Dios porque El hace llover sobre justos e injustos, pero la acusación en Romanos 1 es, aunque “conocían a Dios, no le honraron como Dios ni le dieron gracias.” Cuánto más entonces debemos nosotros, los que son hijos e hijas de Dios por medio de lo que hizo Jesucristo en la cruz, expresar continuamente gracias a Dios.
Claro que es más fácil entonar alabanzas cuando todo va bien. Cualquier persona puede alegrarse en prosperidad y éxito. Pero pienso yo que las alabanzas más dulces, las confesiones de gratitud más significantes son las que fluyen de nuestras bocas en medio de dificultades y sufrimiento. ¿Y porqué? Es porque en medio de la oscuridad nuestras alabanzas brotan de la fe, una fe y confianza en el amor de Dios que El nos ha mostrado en Jesucristo. Dando gracias a Dios muestra que “los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada” (Romanos 8:18).
El mandamiento de dar gracias en todo tiene un contexto. “Estad siempre gozosos; orad sin cesar.” El pueblo de Dios tiene la promesa que todas las cosas cooperan para bien para los que aman a Dios. Es decir, a los que aman a Dios porque saben cuánto son amados por Dios. Y por eso sus vidas demuestran gratitud. –Steve Green
(tomado textualmente de https://www.facebook.com/stevegreenministries)