Es interesante que en ninguna parte de la escritura se nos llama a pedir perdón por el pecado. Nunca hay tal llamado pero sí a confesarlo. Leemos, e incluso oímos en predicaciones del evangelio el llamado a “pedir perdón a Dios”, o “pídale perdón al Señor por sus pecados”. ¿Es eso correcto?

 

“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25)

El perdón no es algo que se pide a Dios más bien es un don que él concede por su gracia al que confiesa sus pecados y se aparta de ellos (Proverbios 28:13). Ahora bien, no es fácil confesar el pecado. Definitivamente no lo es. Hasta me parece que podríamos pedir perdón sin confesar el pecado. En una amalgama de sensaciones culposas podríamos pedir perdón sin identificar con claridad “la iniquidad”. David lo expresa claramente en el Salmo 32

 

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5)

 

David nos muestra claramente la secuencia correcta: primero está la confesión, elemento fundamental e indispensable (“declaré”, “no encubrí”, “confesaré”), y en seguida viene la misericordia y gracia de Dios expresada en el perdón concedido (“tú perdonaste”). A no confundirnos llamando a los pecadores perdidos y a los creyentes en cristo a “pedir perdón”. El mandato es confesar el pecado. Juan el apóstol lo ratifica con claridad en el Nuevo Testamento:

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)

Otra vez la secuencia es confesión – perdón. Claro que aquí se añaden dos componentes vitales: La fidelidad y la justicia de Dios. La primera palabra que Juan emplea (pistos) quiere decir que Dios es confiable, leal, competente para la acción. La segunda (dikaios) ya la conocimos hace unos días. Da cuenta de que es el único que opone victoriosamente frente a la justicia retributiva de Dios (dike) su propia justicia en su ser infinito, su vida perfecta, su muerte vicaria y su resurrección gloriosa. Por esto, puede ejercer su justicia salvadora (dikaiosune), plena de misericordia, fidelidad y gracia. David conoció los resultados de la confesión, Juan nos los confirma y además nos explica los porqué. Una vez más es por los méritos del hijo de Dios, Jesucristo, el único dikaios, el único justo. –rc

 

(Continúa)

Lectura Diaria:
Génesis 28:1-22 [leer]
/Job 36:1-37:24 [leer]
/Mateo 15:1-28 [leer]