¿Como se entiende que el apóstol Juan nos señale que debemos confesar nuestros pecados para obtener el perdón de Dios por ellos, pero más adelante nos indique que nuestros pecados ya han sido perdonados? ¿Hay una contradicción? Veamos:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La idea es que es algo que hay que hacer para obtener el perdón.
“Vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre” (1 Juan 2:12). La idea es que nada queda por hacer pues el perdón ya es un hecho.
El mismo Jesús nos enseñó a pedir a Dios: “Perdona nuestras ofensas” (Mateo 6:12), dando la idea de tener que pedir activamente a Dios que nos perdone, pero el apóstol Pablo dice que Dios “os dio vida juntamente con él [Cristo], perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13), y más adelante: “De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13-14, ver también Efesios 4:32). ¿Cómo podemos entender estos pasajes?
En la 1ª carta de Juan debemos considerar el párrafo:
“Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos… “ (1 Juan 1:7-8).
Confesar nuestros pecados es lo opuesto a decir que no tenemos pecado. Si dijéramos esto, “la verdad no está en nosotros”, luego no somos salvos. Juan ve el confesar nuestros pecados como una manera habitual de vernos a nosotros mismos “andando en la luz” (v. 7). Andar en la luz significa reconocer el pecado por lo que es, sin negar su presencia en nosotros –aun siendo creyentes– y al confesarlo, su sangre preciosa nos limpia de todo pecado. Es una constatación de que hemos recibido el perdón completo, de que somos verdaderamente nacidos de nuevo y de que andamos en luz. En consecuencia, estamos verdaderamente bajo el poder limpiador de la sangre de Cristo que es total hacia nosotros. “Todo pecado” habla de perdón completo y no implica que hay que recordar cada falta, lo cual sería imposible. Juan está diciéndonos que si confesamos nuestros pecados, la verdad está en nosotros y somos verdaderamente nacidos de Dios y estamos unidos a Cristo. Entonces, todo el perdón que Cristo compró en la cruz es nuestro.
Cuando Jesús nos enseña a pedir diariamente a Dios que perdone nuestras deudas u ofensas, apunta en la misma dirección que los apóstoles Juan y Pablo. No debemos pensar que nos pide que cada pecado en detalle sea confesado. El salmista lo tenía muy claro cuando declaró: “Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12) o “Declárame inocente de mis faltas ocultas” (ESV). No conocemos todos nuestros pecados y no podemos confesarlos todos por nombre. Entonces, Jesús más bien nos está llamando a que estemos conscientes de nuestra pecaminosidad, a que nos pese nuestro pecado, a que no le ocultemos, a que lo traigamos delante del Padre en virtud de lo que Él iba a padecer en la cruz más adelante (ver Isaías 53:6, Marcos 10:45). Luego, cuando nos dice que pidamos diariamente el perdón nos está diciendo que pidamos que Dios aplique hacia nosotros diariamente el perdón que Él compraría para nosotros en la cruz de manera decisiva, única y definitiva, y esto es por medio de la confesión (1 Juan 1:9). Entonces, nuestra petición nada añade a esa obra pero la aplicación a pecados particulares en nuestras vidas se experimenta día a día. Por eso, “Perdona nuestras ofensas” no contradice el “Cristo os perdonó”. El es un gran Salvador. –rc
Lectura Diaria: | ||
Génesis 31:1-55 [leer]
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/Job 42:1-17 [leer]
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/Mateo 17:14-18:14 [leer]
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