Los dos discípulos van decepcionados, desilusionados y desesperanzados. Jesús ha sido crucificado y sus expectativas inmediatas eran otras. El relato parece sugerir que era un matrimonio. De vuelta a casa, un extraño se ha acercado y ahora camina con ellos; les ha hablado al corazón y ellos lo sienten. Sin embargo, han llegado a su destino y todo indica que es hora de separarse…


“Y él hizo como que iba más lejos” Lucas 24:28


¿Acaso no actúa Dios de la misma manera con nosotros? Viene por su Espíritu Santo como lo hizo con aquellos dos que caminaban al atardecer. Viene a nosotros en distintas circunstancias y formas. Nos habla por medio de la predicación del Evangelio, por Su Palabra, por distintas formas de gracia y las circunstancias providenciales de la vida. Habiéndonos hablado de esa manera, nos hace como que va más lejos. No forzará ni presionará por quedarse, por entrar.


¡Cuánta ocasión desperdiciada! ¡Cuánta visita rechazada! Si el oído estuvo abierto a su voz y el corazón a su Espíritu, la oración subirá firme y apremiante: “Señor, quédate conmigo”. La repetirá la familia en crisis, el matrimonio atravesando por dificultades, el joven en la duda, la viuda desesperanzada, él o ella que se sienten solos. Pero si la voz no ha causado impresión alguna el pasará de largo, como lo ha hecho miles de veces, quedando aquel corazón cada vez un poco más duro, un poco más frío, y el oído más cerrado al llamado del Espíritu.


¿Cuál será la respuesta ante la bifurcación del camino? ¿Invitar al Señor a quedarse o dejarle ir?


Lectura Diaria:
Génesis 32:1-33:17 [leer]
/Salmos 1:1-3:8 [leer]
/Mateo 18:15-35 [leer]