Es posible trazar la línea de todos los conflictos y problemas que aquejan a la sociedad humana el día de hoy, hacia su punto de origen ocurrido hace algunos miles de años en un jardín muy hermoso, el jardín del Edén.

En el jardín del Edén Dios había puesto al hombre como su delegado y representante. Ejercía autoridad y tenía a su disposición todo cuanto Dios había hecho durante la semana previa. Si de la creación Dios había declarado que “era bueno en gran manera” (Génesis 1:31), imaginémonos cómo sería el jardín del edén, donde Jehová mismo “plantó un huerto… al oriente; y puso allí al hombre que había formado” (Génesis 2:8). Este lugar tan extraordinario reunía todas las condiciones óptimas para la felicidad humana. También daba cuenta de la libertad total que el hombre tenía pues Dios estableció una prohibición: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17).

Este fue un mandamiento, no una sugerencia. Igual que hoy, todo lo que Dios ordena es para que lo cumplamos. Uno podría preguntarse acerca de qué concepto tendría Adán acerca de la “muerte” pensando que no había muerte antes de la caída, pero el mandamiento de Dios no es para cuestionarlo, sino para acatarlo. No era necesario para Adán comprender todos los alcances de lo que Dios le ordenaba. Dios demanda obediencia, porque sabe lo que es mejor, y además Él es muy bueno: “Jehová es bueno; para siempre es su misericordia” (Salmo 100:5). No podía ser malo para Adán este mandamiento y, esto es muy importante, completaba la libertad del hombre. El hombre podía elegir porque era libre para elegir.

Tenía que haber una prohibición pues si no la hubiese habido no había posibilidades de desobedecer. La lealtad y obediencia de Adán nunca podría ser puesta a prueba si no hubiese habido esta “opción”, la libertad de Adán nunca hubiese sido total si Dios no introducía esta posibilidad. Un árbol, un simple árbol, pero más que eso era prueba patente de la libertad que Dios concedió al hombre recién creado, de la confianza que depositó en él, y una evidencia de su protección y consejo al señalarle claramente sus límites. De la misma manera Dios hace con cada uno el día de hoy ¿Cómo ha usado usted la libertad que Dios le ha dado?  ¿Para ir en pos de él o para rebelarse en contra suya? –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
Génesis 41:50-42:38 [leer]
/Salmos 19:1-14 [leer]
/Mateo 24:29-51 [leer]