En los próximos días se presentará en los cines de Norteamérica y también en otras partes del mundo una película que pretende hacer un recuento del ministerio público de Jesús. Es bueno tener presente que ni los creyentes ni los incrédulos necesitamos una película para conocer el evangelio.

“Que no se haga vana la cruz de Cristo” 1 Corintios 1:17

 

Hay dos términos relacionados que podríamos confundir pero entre los que existe realmente una gran diferencia. Me refiero a la crucifixión y a la cruz. David Wells lo describe con maestría: “Crucifixión era una forma particularmente barbárica de llevar a cabo una ejecución, y fue el método de ejecución que Jesús sufrió. La cruz, según el Nuevo Testamento habla de ella, tiene que ver con una transacción que tuvo lugar cuando Cristo murió, un intercambio que no podemos comprender completamente, un misterio divino, el intercambio de nuestro pecado por Su justicia”. De acuerdo con esta definición, muchos fueron crucificados pero sólo Uno fue a la cruz.

Una película no puede capturar adecuadamente la realidad de lo que sucedió entre el Padre y el Hijo mientras este último colgaba sobre la cruz. Una película que hace un despliegue de la crucifixión pero omite la cruz puede venir a ser un estorbo más que una ayuda para la fe cristiana. Incluso, dudo que sólo con imágenes y diálogos cinematográficos pueda entregarse “la palabra de la cruz” (1 Corintios 1:18). Incluso la mejor película y los mejores actores nunca podrán sobreponerse a esta gran debilidad, pues “la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).

Es el evangelio predicado a partir de las Escrituras, expositivamente, con fidelidad y en dependencia del Espíritu el que tiene ese poder generador [dynamos], ese poder que genera salvación a todo aquel que cree (Romanos 1:16). ¿Podrá una película expresar este mensaje? Puede ser, pero la tentación a subyugar la mente ante imágenes visuales de un hombre maltratado, azotado, abusado y crucificado por los romanos entre una multitud de judíos descontrolados y de líderes judíos corruptos ahoga demasiado el mensaje. La contemplación de Cristo en el evangelio mediante la obra de convencimiento del Espíritu, la meditación breve pero profunda en las razones de su muerte, en su sacrificio sustituto adjudicándose los pecados de los hombres y en el amor divino manifestado por ése hecho llevan al alma necesitada a mirar la cruz y al Salvador como como la respuesta a su necesidad de salvación. Este es el camino que han recorrido todos los creyentes salvos por la fe en Cristo.

Recuerdo hace ya algunos años cuando el fallecido hermano don Enfi Garibotti predicaba un día. Preguntó en voz alta desde el púlpito: “¿Alguno de ustedes vio la película La Pasión de Cristo?” Algunos asintieron con la cabeza. Don Enfi continuó: “Yo la vi… ¿La vio? -se preguntó- … Sí, la vi -se contestó él mismo”. Y a continuación dijo: “Y no derramé ninguna lágrima. No derramé ninguna lágrima porque hay algo que el director de esa película no pudo hacer. No pudo ni puede mostrarme en una película los sufrimientos vicarios de Cristo, el hecho de que el Hijo de Dios llevó mis pecados en la cruz. Eso no puede mostrármelo ninguna película. Eso sólo me lo muestra la Palabra de Dios por la obra del Espíritu Santo, y eso es lo que me salva, no los sufrimientos físicos que pueda mostrarme una película”.

Las imágenes pueden evocar sentimientos elementales en cuanto a la fe. Tim Challies escribe: “Las palabras son capaces de contarnos qué sucedió en la cruz en una forma que las imágenes no pueden hacerlo. Cuando se trata de la crucifixión, una película basta y sobra para hacerse la idea. Cuando se trata de la cruz sólo las palabras pueden hacerlo. Sólo palabras son suficientes”. ¿Ha venido usted a la cruz? —rc

Lectura Diaria:
Éxodo 18:1-27 [leer]
/Salmos 56:1-57:11 [leer]
/Hechos 10:1-23 [leer]