En busca de la sabiduría (IV)
La visita de la Reina de Sabá a Jerusalén obedeció a un deseo de conocer al famoso Rey Salomón, vastamente conocido por su sabiduría en el mundo de aquel entonces. Concluyamos la historia. “No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” Efesios 1:16-17 El rey Salomón no sólo compartió con la reina de Sabá las cosas de su vida diaria, sino también debe haberle incluido en su servicio a Dios. En estas actividades ella descubriría lo que daba valor a todo lo que él hacía. En el magnífico templo, cuando Salomón ofrecía sus sacrificios y holocaustos a Dios, él se identificaba con el animal que moría sobre el altar. Al hacerlo así, el rey se reconocía como pecador. Se derramaba la sangre de una criatura inocente para que él, el culpable, podía vivir delante de Dios en libertad. La comunión con Dios era la fuente de toda su sabiduría, de su comprensión, y de su prosperidad. Salomón vivía, no para aprender y enseñar sabiduría, sino para servir y obedecer a Dios. La reina de Sabá se quedó asombrada. Lo que había visto y escuchado era mayor que todo lo que había podido imaginarse. “Verdad es lo que oí...
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