La tía Elsita
“De los olivares e higuerales de la Sefela, Baal-hanán gederita; y de los almacenes del aceite, Joás” 1 Crónicas 27:28 Cualquier artista se habría deleitado en poner lápiz al papel para dibujarla. Mujer menuda, ya con una edad más allá de los 80, con una larga nariz y mandíbula prominente. Se vestía de un abrigo color gris, a veces abotonado bien y otras veces equivocado. Usaba sombrero de felpa negra y parecía que se la ponía en un ángulo diferente cada vez que le veía. Ojos azules relampagueantes se veían tras marcos viejos y pelo blanco cubría su cabeza que contenía una mente muy activa. Fue durante un cruel invierno canadiense cuando se celebraban reuniones evangelísticas todas las noches. La tía Elsita vivía sola y nosotros le íbamos a buscar en el auto para llevarla a las reuniones. No faltó ninguna noche en cinco semanas. Noche tras noche, al entrar en el local, saludaba al predicador y le entregaba su opinión sobre el mensaje de la noche anterior. “Bien,” dijo en más de una ocasión, “le costó mucho predicar anoche, ¿no es cierto?” Y en verdad el predicador no se había sentido cómodo anunciando el evangelio. Se había equivocado y no citó bien los versículos. “Es verdad tía, no me salió tan bien” respondió el predicador. “Bueno, estoy orando por ti.” decía ella. El predicador agradecía su. Otras noches,...
Read More