Dietrich Bonhoeffer, el gran teólogo conservador y mártir alemán de la Segunda Guerra Mundial, nos dejó muchas reflexiones y meditaciones en las cuales hacemos bien poner atención. Consideremos cinco de ellas.
“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos” 1 Juan 5:2
Refiriéndose al discipulado, escribe Bonhoeffer:
“Aquellos que sigan completamente los mandamientos de Jesucristo, y dejen que su yugo descanse en ellos sin resistencia, hallarán que la carga que deben llevar es liviana. En la gentil presión de este yugo recibirán la fuerza para caminar por el camino recto sin cansarse. ¿Dónde llevará aquel llamado a ser discípulo, a quienes lo sigan? ¿Qué decisiones y dolorosas separaciones involucrará? Debemos dirigir estas preguntas hacia quien solamente conoce la respuesta. Sólo Jesucristo, quien nos pide seguirle, conoce el camino hacia donde la senda nos guiará. Sabemos, entonces, que será una senda plena de gozo y misericordia sin medida. Sí, el discipulado es gozo”.
Y con relación a la oración intercesora, reflexiona:
“Una congregación cristiana, o bien vive por las oraciones intercesoras de sus miembros, cada uno hacia el otro, o será finalmente destruida. No puedo ya más condenar o aborrecer a otros cristianos por quienes ahora oro, no importa cuánto dolor y problemas me hayan causado. En la oración intercesora, el rostro que puede haber sido ajeno e intolerable para mí, es transformado en el rostro de uno por quien Cristo murió, en el rostro de un pecador perdonado. Este es un bendito descubrimiento para el cristiano que comienza a ofrecer oraciones intercesoras por otros. Tan pronto nos ocupamos de interceder, ya no hay disgusto, ninguna tensión personal, ninguna desunión o contienda que no pueda ser vencida por una oración intercesora. Una oración intercesora es un baño purificador en el cual el individuo y la congregación deben entrar cada día”.
-rc
(Continúa)
Lectura Diaria: | ||
Josué 4-5:12 [leer]
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/Isaías 1 [leer]
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/Lucas 21:5-38 [leer]
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