La vida está en la sangre (II)
La sangre representa simbólicamente la vida de una persona. También la representa de manera tangible, pero bíblicamente la presencia de sangre no es indispensable para la identidad de un individuo, según la omnisciencia de Dios. “Mi embrión vieron tus ojos” Salmo 139:16 En el embrión humano, el pequeño corazón comienza a latir al día 22 y la nueva sangre comienza a circular al día 24. Sin embargo, si la vida está en la sangre, ¿significa esto que no había vida antes pues no había sangre que circulara? De ningún modo, pues el “soplo de Dios”, el “aliento de vida” –tal como la primera vez con el primer hombre: “y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)– transforma un cuerpo inerte en un ser humano. En la creación del hombre, Dios concede a Adán –y más tarde a Eva– un alma al momento de infundirle el “aliento de vida”. En la concepción este aliento de vida que hace que se constituya “un ser viviente” ocurre al momento de generarse el nuevo ser desde el punto de vista biológico, al momento de la concepción. Por cierto, sólo Dios conoce si ese embarazo llegará a término o no y David lo describe con estas palabras: “En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmo...
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