La cruz de nuestro Señor Jesucristo (IX): el lugar donde el Dios Trino reconcilia al pecador consigo mismo
La necesidad de expiación implica que Dios debía hacer algo costoso para reconciliar al hombre consigo mismo. “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” Romanos 3:23 Este no es un texto aislado sino el clímax de una presentación de hechos demoledoramente reales, para la cual Pablo extrae experiencias del mundo que le rodea y la evidencia bíblica del AT para mostrar que el hombre no tiene esperanza de salvación en sí mismo. Las palabras “están destituidos” son más bien “han quedado cortos” o “no alcanzan los requerimientos” de la gloria de Dios, y representan el hombre no puede salvarse a sí mismo y que, dejado a sí mismo, sólo perece. La necesidad de una expiación es, entonces, la condición perdida del hombre en su absoluta incapacidad de salvarse a sí mismo, y por otro lado el anhelo del amor de Dios de salvarle, lo cual es imposible dada su santidad esencial que le impide tolerar o disimular el pecado. Dios escoge, diseña, plantea, esboza y perfila un método particular para reconciliar al hombre, a saber, la muerte sacrificial del Señor Jesucristo. Ningún otro sino Dios podía expiar el pecado. En uno de los pasajes más sublimes del Antiguo Testamento, Moisés prácticamente se ofrece a sí mismo como un sacrificio sustituto por el pecado de Israel pero Dios le rechaza diciendo: “Al que pecare contra mí,...
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