La tríada de fe del creyente: La fe que santifica

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). Una vez que el pecador ha puesto su fe en Cristo, Dios le declara justo, limpio y santo (1 Corintios 6:11). Los efectos inmediatos de esta fe que salva son la paz de Dios, “que sobrepuja todo entendimiento” (Filipenses 4:7) y el regocijo en la esperanza de la gloria de Dios, descrito como un “gozo inefable y glorioso” (1 Pedro 1:8). Sin embargo, al mismo tiempo en que es justificado, comienza la santificación. Muy pronto después de creer en Cristo el creyente aprende que el pecado ejerce su fuerza y constata su doble naturaleza: por un lado está la carne luchando en contra del Espíritu, la naturaleza pecaminosa oponiéndose a la gracia de Dios. Es entonces que el creyente comienza a echar mano de las promesas de Dios y, a ejercer una fe nueva en el poder de Dios y en su ayuda para vencer al mundo. El creyente se aparta del mundo, se aparta del mal y busca llevar su vida en la voluntad de Dios, viviendo por fe. Esta fe, sin embargo, no es pasiva o negativa. Esta fe nos insta a apartarnos del pecado pero consecuentemente, también a ejercitarla de manera activa. Este es el sentido principal de la santificación:...

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