Primer Mandamiento: No hay otro Dios, no hay otra voz (III)

Dioses ajenos… abundan en nuestra vida y cada día se nos aparecen. ¿Los reconocemos? “Y en ningún otro hay salvación” Hechos 4:12 Nuestro trabajo puede constituirse en uno de ellos, o la remuneración a fin de mes pudiera devenir en un dios. Ajeno, impostor, usurpador. Salomón pone al trabajo es su lugar cuando escribe: “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios” (Eclesiastés 2:24). ¿Qué es, finalmente? En aquello en lo que confiamos, en aquello que adoramos reconocemos finalmente al que es nuestro dios, independiente de nuestras palabras. El verdadero o el ajeno. Al Dios o al dios… ajeno. El Dios de la Biblia establece el monoteísmo, y para el cristiano el monoteísmo es fundamental, pero no representa toda la historia. Sólo en Cristo llegamos a conocer al único Dios verdadero que se revela a sí mismo supremamente en su Hijo. El Cristo encarnado intensifica sin lugar a distorsión el monoteísmo verdadero y absoluto de la Escritura, cuando declara a sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Hay sólo un Dios… sólo un Salvador… sólo un Evangelio. En Cristo aprendemos verdaderamente lo que significa cumplir el primer mandamiento: “Yo soy Jehová...

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