Tercer mandamiento: el Dios no visto, pero oído y conocido por su nombre, debe ser honrado (III)

Continuemos considerando acerca del nombre de Jehová, como nos lo revela la Escritura. “¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?” Jueces 13:18 Los seres humanos profanamos el nombre de Dios a través de una actitud piadosa inapropiada. ¿Cómo así? Bueno, sólo escuchemos lo que decimos acerca de Dios: “Dios es mi copiloto”, y muchas frases como estas. ¿Algún cristiano cayendo en lo mismo? “Dios en nuestro amigo”, “Dios es mi confidente”… y un largo etcétera. Otros podrán serlo, pero no el Jehová de la Biblia. Él no proporciona terapia, no ofrece coaching, no acompaña sin preguntar. Más bien se revela a sí mismo, salva a su pueblo de sus pecados, reina sobre toda la tierra y no hay límites a su poder. Qué fácil para algunos decir “Dios me dijo”, “Dios me mostró”, “Dios me guió”. No nos confundamos, nuestro Dios sí dice, muestra y guía, pero por medio de su Palabra revelada. En realidad, manifestamos una forma encubierta de idolatría cuando sin una palabra revelada escritural, hablamos como si Dios nos hubiese hablado o dado una nueva revelación a nosotros. Osamos hablar donde Dios no ha hablado, de lo que Dios no ha hablado, en el contexto en que Dios no ha hablado. También profanamos el nombre de Dios a través de la adoración superficial. En la Biblia aprendemos que Dios toma seriamente la adoración, baste leer acerca de Nadab y Abiú (Levítico 10:1-3). El Señor Jesucristo mismo reveló lo que Dios –y no sólo el Padre– requiere en adoración (Juan 4:23). ¿Cómo es la adoración que le agrada, que honra...

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