Mes: Noviembre 2014

Segundo Mandamiento: El Dios que es oído, pero que no es visto (I)

En este mandamiento Dios nos conmina a no reemplazarlo a Él por una representación de fabricación humana, cualquiera sea esta. Miremos el pasaje. “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” Exodo 20:4 Este mandamiento nos confronta con la idolatría. Los seres humanos somos idólatras por naturaleza. El mismo apóstol Juan hubo de ser corregido por un ángel al cual quiso adorar: “Mira, no lo hagas… adora a Dios” (Apocalipsis 19:10). “No te harás” es una declaración mandatoria y concreta. Es que nos encanta hacernos cosas. Hacemos casas donde vivir, hacemos barcos, y hasta hacemos dioses en quienes confiar, que son de nuestra propia manufactura, a nuestro gusto y conveniencia. Dios tiene que ordenarnos que no nos construyamos cosas, porque somo adoradores por naturaleza y el alma humana hallará siempre qué adorar. Ya sea algo en un estante, en un altar, en el espejo, o en el cielo… En Atenas había un altar para cada Dios (Hechos 17), y así somos capces de concebir y fabricar una muleta visual para que nos ayude cuando lo necesitamos, pero no tan invasivo como para que nos demande cosas inconvenientes. Un dios a nuestra manera de ser. El mandamiento, no obstante, prohíbe cualquier cosa que atraiga los ojos para seducir el alma. Es categórico, pues la idolatría en realidad es la negación del Dios que es único y que ha decidido que debemos confiar en él sin verle físicamente. Es por eso que pretender adorar a Dios por medio de una representación visual –un ídolo– es tan nefasto, tan equivocado, y tan contrario a la voluntad de Dios....

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LOS QUE SON DE DIOS Y LOS QUE SON DEL MUNDO

¿Perdido o Salvado? ¿En el camino ancho o el camino angosto? ¿Es hijo de Dios o hijo del diablo? No hay lugar neutro. Reflexione sobre la meditación de hoy para contestar la pregunta al final. “Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye” 1 Juan 4:5 Dios ve a todos los seres humanos como personas que pertenecen a uno de los dos grandes grupos que existen en el mundo. Nadie está exceptuado. Todos están en un grupo o el otro; no hay término medio. Jesucristo indicó que algunos seres humanos están en el camino angosto y los demás en el camino ancho. (Mateo 7:13-14). Jesús también habló de los que estaban dentro de la puerta de salvación y los demás que están fuera. Cada grupo tiene sus características y como dijera el Señor, “por sus frutos los conoceréis” Mateo 7:20. Jesús siempre dividía el mundo en dos. Cuando Juan dirigió a los destinatarios de su carta, les dijo: “Hijitos, vosotros sois de Dios” 1 Juan 4:4. También habló del que no confiesa “que Jesucristo ha venido en carne, (y el tal) no es de Dios” v.3. Como dice el texto de cabecera, “ellos son del mundo”. Los que son del mundo tienen su tema y un auditorio que les escucha. No hablan de Cristo ni las cosas de Dios. Sus metas son como...

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Primer Mandamiento: No hay otro Dios, no hay otra voz (III)

Dioses ajenos… abundan en nuestra vida y cada día se nos aparecen. ¿Los reconocemos? “Y en ningún otro hay salvación” Hechos 4:12 Nuestro trabajo puede constituirse en uno de ellos, o la remuneración a fin de mes pudiera devenir en un dios. Ajeno, impostor, usurpador. Salomón pone al trabajo es su lugar cuando escribe: “No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios” (Eclesiastés 2:24). ¿Qué es, finalmente? En aquello en lo que confiamos, en aquello que adoramos reconocemos finalmente al que es nuestro dios, independiente de nuestras palabras. El verdadero o el ajeno. Al Dios o al dios… ajeno. El Dios de la Biblia establece el monoteísmo, y para el cristiano el monoteísmo es fundamental, pero no representa toda la historia. Sólo en Cristo llegamos a conocer al único Dios verdadero que se revela a sí mismo supremamente en su Hijo. El Cristo encarnado intensifica sin lugar a distorsión el monoteísmo verdadero y absoluto de la Escritura, cuando declara a sus discípulos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Hay sólo un Dios… sólo un Salvador… sólo un Evangelio. En Cristo aprendemos verdaderamente lo que significa cumplir el primer mandamiento: “Yo soy Jehová...

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Primer Mandamiento: No hay otro Dios, no hay otra voz (II)

  “No tendrás dioses ajenos delante de mí” EXODO 20:3 Dios nos llama a lealtad suprema en este primer mandamiento. Si Dios existe, entonces todo es diferente en el mundo y todo debe ser diferente en mi vida. Se hace manifiesto el antagonismo radical entre dos visiones del mundo: una que excluye a Dios –aunque le mencione– y otra que le honra y considera como debe ser. No hay lugar para ídolos ni alternativos. Este Dios único nos exige definiciones. El primer mandamiento demanda exclusividad. O bien adoramos al único Dios viviente o adoramos un ídolo de nuestra propia manufactura. En este día, ¿reconocemos algún ídolo, algún dios ajeno? ¿algo que nos ocupa el corazón, la mente y la vida, aparte del único Dios? —rc   Lectura Diaria: 2 Cronicas 3-4 [leer] /Ezequiel 28 [leer] /Juan...

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Primer Mandamiento: No hay otro Dios, no hay otra voz (I)

Dios demuestra si gracia y condescendencia con su pueblo, y les entrega las tablas de la ley conteniendo un cuerpo de leyes articuladas en diez declaraciones, llamadas “mandamientos”. Comencemos a mirar el primero: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” Exodo 20:3 Este Dios se revela a sí mismo como quién es y qué demanda de los suyos. El primer mandamiento establece claramente el monoteísmo. No hay dudas. Hay un solo y único Dios, que se revela a sí mismo sobre y en contra de los falsos dioses de ese día, así como contra los de nuestros días. Podríamos preguntarnos… ¿y cuáles son los falsos dioses de nuestros días? Un autor ha dicho: “el dios de la cultura y la imaginación popular, liviano más que el aire, deshidratado, y aguachento”. Ese es, desde luego un Dios falso. Un entrevistado dijo… que creía en el “Dios común y corriente”. Es decir, un Dios no omnipotente, limitado, finito, sólo un poco más poderoso que nosotros, que sabe todo lo que se puede saber, pero no más. Todo concepto no bíblico de Dios es incorrecto. Por el contrario, el infinito Dios de la Biblia es omnipotente, omnisciente, omnipresente, soberano, santo. No “tres veces santo” como algunos dicen por ahí, sino infinitamente santo, y este Dios infinitamente santo tiene demandas que hacernos, pues le pertenecemos. ¿Es este su Dios? ¿Sentimos el apremio actual...

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