Segundo Mandamiento: El Dios que es oído, pero que no es visto (I)
En este mandamiento Dios nos conmina a no reemplazarlo a Él por una representación de fabricación humana, cualquiera sea esta. Miremos el pasaje. “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” Exodo 20:4 Este mandamiento nos confronta con la idolatría. Los seres humanos somos idólatras por naturaleza. El mismo apóstol Juan hubo de ser corregido por un ángel al cual quiso adorar: “Mira, no lo hagas… adora a Dios” (Apocalipsis 19:10). “No te harás” es una declaración mandatoria y concreta. Es que nos encanta hacernos cosas. Hacemos casas donde vivir, hacemos barcos, y hasta hacemos dioses en quienes confiar, que son de nuestra propia manufactura, a nuestro gusto y conveniencia. Dios tiene que ordenarnos que no nos construyamos cosas, porque somo adoradores por naturaleza y el alma humana hallará siempre qué adorar. Ya sea algo en un estante, en un altar, en el espejo, o en el cielo… En Atenas había un altar para cada Dios (Hechos 17), y así somos capces de concebir y fabricar una muleta visual para que nos ayude cuando lo necesitamos, pero no tan invasivo como para que nos demande cosas inconvenientes. Un dios a nuestra manera de ser. El mandamiento, no obstante, prohíbe cualquier cosa que atraiga los ojos para seducir el alma. Es categórico, pues la idolatría en realidad es la negación del Dios que es único y que ha decidido que debemos confiar en él sin verle físicamente. Es por eso que pretender adorar a Dios por medio de una representación visual –un ídolo– es tan nefasto, tan equivocado, y tan contrario a la voluntad de Dios....
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