Una cosa te falta

  “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” Mateo 5:20 El hombre siempre trata de mostrar que es mejor que el promedio. Ya desde la antigüedad vemos claramente en el ser humano la actitud de suficiencia y la intención de poder justificarse por sí mismo delante de Dios. Adán y Eva trataron de cubrirse fabricándose delantales con hojas de higuera (Génesis 3:7). Caín presentó una “excelente” ofrenda pero le fue insuficiente para alcanzar el favor de Dios (Génesis 4:3, Hebreos 11:4). El pueblo de Israel, depositario de la ley de Dios, cayó pronto en el legalismo y las externalidades: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes” (Isaías 1:13). Querían “hacer” cosas para lo cual inventaron y añadieron a la ley original una serie de códigos y reglas que ni ellos mismos podían cumplir. Esa fue una degeneración gravísima de la ley de Dios (Mateo 15:3-9). Al no poder cumplirla rebajaron los estándares de esa ley divina para así lograr “obedecerla” u obtener una pretendida justificación (Lucas 18:9). El punto es que Dios siempre ha justificado al hombre por la fe, como nos lo enseña Abraham, de quien Dios dice...

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