EL COJO DE NACIMIENTO
Cuando los amigos del hombre cojo le trajeron a las gradas del templo para pedir limosna, nadie se imaginaba del cambio que vendría a su vida aquel día. Habiendo nacido cojo, nunca anduvo tras una pelota ni corrió por las calles de su barrio. El Cristo resucitado hizo un cambio en su vida. “Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.” Hechos 3:10 Los apóstoles Pedro y Juan subían juntos al templo a la tres de la tarde, la hora de la oración. Coincidente con su llegada “era traído un hombre cojo de nacimiento,… para que pidiese limosna de los que entraban en el templo” Hechos 3:2. El hombre no buscaba sanidad sino limosnas. Nunca había caminado y dependía de otros para ser trasladado. Ese día de nuevo buscaba algún sostén material. Dios le tenía preparado algo más sublime que unas monedas. ¿Cuántas veces había estirado la mano con la misma petición? Ahora rogaba a Pedro y Juan que “le diesen limosna” v.3. Pedro despierta simpatía en muchos hombres, pues le ven como impulsivo, reaccionario, o pronto a armas tomar. Sin embargo, por debajo de esta capa de un hombre recio, hay otra de ternura y suavidad. Allí en las gradas del...
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