Mes: Agosto 2015

Las respuestas del rey Ezequías ante las amenazas

Hay momentos en la vida cuando nos sentimos amenazados, quizás por circunstancias en la vida o a causa de la salud. Muchos se vuelven a Dios cuando estas situaciones se presentan. La reacción del rey Ezequías es instructiva.   “Me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” Salmo 40:2.   El rey Ezequías era un buen rey pues “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, conforme a todas las cosas que había hecho David su padre” 2 Reyes 18:3. En su “hoja de vida” está anotado, “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá” v.5. A pesar de su forma ejemplar de vivir delante de Dios, vino una prueba grande. Habiendo estado 14 años en el reino, “subió Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó” v.13. Este rey comenzó a burlarse de Ezequías y su confianza en Dios. Su mensaje fue “Así dice el gran rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésta en que te apoyas?”  Hoy día, hay personas que usan palabras infladas para burlarse de los cristianos que temen a Dios. Después de escuchar las palabras amenazantes del rey de Asiria que le causaban temor, Ezequías sabía que la oración era...

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Las estrellas

(Dios) “cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por su nombre. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder, y su entendimiento es infinito” Salmo 147:4-5   Los astrónomos que estudian el mundo de las estrellas saben de la existencia de una inimaginable cantidad de cuerpos celestes. Durante una conferencia en un planetario, uno de esos científicos dijo: “Sólo para contar las estrellas de la galaxia de Andrómeda se necesitarían más de cien años, si se pudieran contar 100 estrellas por minuto”. Aunque parezca exagerada la cifra, tenemos que reconocer que hay cuerpos celestes por miles y miles. No se dan muchas informaciones acerca de las estrellas en la Biblia, por el versículo del Salmo 147:4 sabemos que Dios conoce su cantidad. Además, a cada cuerpo celeste le dio un nombre, y no sólo un número. Es un testimonio a la omnisciencia de Dios, es un testimonio de que nada se escapa del conocimiento divino.   En el capítulo 15 de la primera epístola a los Corintios se compara a los creyentes, resucitados en un cuerpo glorioso, con las estrellas y su gloria. En el día en que el Señor vuelva por los suyos, todos los que se hayan dormido en Cristo resucitarán, formando una incontable multitud. Dios sabe cuántos son; más aún, conoce el nombre y el carácter de cada uno de los suyos. Es imposible...

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REGOCIJARSE

Con tanta tristeza en el mundo y también en la vida particular de uno, la exhortación bíblica de regocijarnos trae alivio. El Señor Jesús es el mejor ejemplo y la clave según el texto de cabecera es tener la vista fija en lo que hay por delante.   “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:2   Es saludable mirar atrás para reflexionar sobre los éxitos y los fracasos del pasado. Nos enseñan como Dios bendice a los suyos en algunos casos y permite que nos demos cuenta de los planes nuestros que no prosperaron cuando anduvimos “según la carne”. Es instructivo mirar atrás para luego mirar hacia delante a fin de ejercer mayor dependencia de Dios y con mayor obediencia a su santa voluntad. Nuestro Señor Jesucristo nunca tuvo que mirar atrás para lamentar algo. Poncio Pilato, el encargado de juzgarle “dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él” Lucas 23:22. El Señor Jesucristo siempre miraba hacia delante y así nos da un buen ejemplo. Jesucristo tuvo gozo al pensar en el final de la obra que vino a realizar. El mismo gozo le sostuvo cuando...

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Amigo hay más unido que un hermano

He tenido la grata experiencia de tener buenos amigos, y al mismo tiempo he tratado de ser igual con ellos mostrando interés en sus vidas y estar disponible cuando me necesitaban. Jesús dijo algo especial a sus discípulos una vez diciendo que ya no llamaban “siervos”, sino “amigos”. Aclaró que el siervo no llega a saber lo que su patrón piensa, pero los amigos intercambian planes y proyectos.   “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano” Proverbios 18:24.   Todo el mundo aprecia una verdadera amistad. Tener un amigo leal en quien se puede confiar es tener una riqueza de gran valor. Poder compartir los planes y las penas de la vida con alguien es un gran alivio, especialmente cuando se sabe que el otro no va a divulgar “los secretos” y perjudicarle frente a otros. Un amigo también usa franqueza y le informa con cariño cuando algo pensado o dicho no concuerda con la realidad. Tiene que haber sido como música a los oídos de los discípulos escuchar al Señor Jesús decir: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” Juan 15:15. Jesús tocó la parte medular de la amistad; los...

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SEÑOR, QUISIÉRAMOS VER A JESÚS

En el mundo entero se repite el mismo fenómeno; sean deportistas, cantantes, o políticos, la población busca lugares estratégicos para ver a los famosos. Igual interés despertó Jesús cuando estaba. Unos griegos de visita en Jerusalén hicieron saber su deseo a un discípulo del Señor y recibieron una respuesta sorprendente.   “Éstos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.” Juan 12:21.   Años atrás un joven cristiano fue invitado a predicar el evangelio en un local evangélico en Londres, Inglaterra. Había participado en la Cena del Señor en la mañana y habló a los niños de la Escuela Dominical. En la noche, subió a la plataforma para presentar el evangelio. Al dejar descansar su Biblia en el púlpito, un letrerito pegado al púlpito le llamó la atención. Decía, “señor, quisiéramos ver a Jesús.” Por un momento, quedó sin decir nada, mientras las palabras sacadas de la Biblia calaron hondamente en su corazón. Le hicieron reflexionar sobre el tema que tenía preparado para aquella noche. No se acuerda exactamente del tema ahora, pero nunca olvidó el letrerito que aún viene a su mente cuando le toca presentar el evangelio, “señor, quisiéramos ver a Jesús.” Presentar a Jesús glorificado es la tarea de todo predicador del evangelio.   Unos griegos estaban de visita en Jerusalén. Eran prosélitos a...

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