El cojo caminó
“Pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.” Ezequiel 36:27 En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé llegaron a la ciudad de Iconio. Su costumbre era entrar en una sinagoga para presentar el evangelio primeramente a los judíos. Allí hablaron de tal manera que creyó una gran multitud. No solamente había creyentes judíos, sino también griegos. Los griegos eran prosélitos, o sea, personas no judías que se habían identificado con los judíos creyendo que Jehová era el Verdadero Dios. Como en todas partes, había aquellos que no creían y se oponían a los hermanos. Confiados en el Señor, Pablo y Bernabé hablaban con denuedo, y el Señor “daba testimonio a la palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios.” Hechos 14:3. Los milagros atestiguaron a la veracidad del mensaje que Pablo y Bernabé predicaban. La ciudad quedó dividida. Una parte se juntaron con apóstoles y la otra, con los judíos. Cuando los dos misioneros supieron que los mismos gobernantes hacían causa común con los judíos para “afrentarlos y apedrearlos,” los dos se fueron a las ciudades cercanas de Listra y Derbe, “y allí predicaban el evangelio.” v.7. Pablo y Bernabé presentan un excelente ejemplo digno de ser imitado; continuaron predicando a pesar de las múltiples dificultades...
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