El significado de la vida eterna (I)

“Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” Juan 17:3 Al abrazar la fe cristiana se recibe y acepta una persona, una persona viva, Cristo Jesús. Así, en la conversión, Cristo viene a ser el centro de nuestro universo, la fuente, el propósito, el objetivo y la motivación de todo cuanto somos y hacemos. Él mismo lo dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). La relación del creyente con Dios es, entonces, una relación vital. El que no tiene a Cristo puede pretender tener algún grado de relación con Dios pero se engaña a sí mismo. Cuando el pecador cree en Cristo nace de nuevo (Juan 3:7) y recibe el don de la vida eterna (Efesios 2:4-5). Ahora bien, esta vida nueva, la vida eterna, implica la capacidad de tener comunión con Dios, de conocerle, de experimentar a Dios, de hablar con Él, de oír a Dios a través de su palabra, de percibir su amor. Se hace efectiva y real en plenitud al conocer al que dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25) por obra del Espíritu Santo. Notemos que en ninguna parte el Señor habla de vivir muchos años, ni siquiera de vivir...

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