En el mundo antiguo y en el moderno la ascendencia familiar es muy importante. Privilegios son obtenidos por nacer en un determinada familia o incluso país. Melquisedec no tiene tal registro. Veamos más acerca de tan notable personaje.
En la estimación de los judíos la línea de su sacerdocio debía ser cuidadosamente y precisamente guardada. El apóstol señala que no hay tal tabla genealógica concerniente a Melquisedec, es el primero y el último de su familia del cual oímos. Ahora, recuerda el apóstol, el Mesías viene distintivamente de acuerdo con ese orden:
“Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Salmo 110:4)
Tal como Melquisedec, el Mesías se presenta solo. Aparece de la nada, y en el oficio más alto. Su nombre no está en la lista de la familia sacerdotal, ni tampoco el nombre de su padre ni el de su madre ni de su posteridad. No les conocemos, si bien seguramente deben haber sido muy distinguidos. Pertenece a otro origen y el autor quiere destacar lo único de su sacerdocio, así como el Cristo perteneció humanamente a una tribu distinta de la del sacerdocio levítico (Hebreos 7:14).
Estamos hablando exclusivamente del oficio sacerdotal y Melquisedec no tiene ascendientes, descendientes ni seguidores en esa función tan distinguida; tampoco Cristo pero tiene todo el derecho pues su función sacerdotal fue ratificada de la manera más indubitable posible –un juramento divino (Salmo 110:4; Hebreos 7:20-21). No está sujeto a los lazos ni limitaciones humanas más clásicas.
¿Cómo es que un piadoso rey cananeo es un sacerdote verdadero de El-Elyon, el Dios altísimo y exaltado? Dos ideas surgen aquí. La primera es indudablemente la que nos indica en este solo hecho que aun antes de la institución del sacerdocio levítico en la mente de Dios está su término y sustitución por un sistema más perfecto y completo. Es una anticipación del Cristo rey-sacerdote, ilustre Hijo de Dios y verdadero mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2:5) que proporcionará la forma para establecer un mejor pacto entre Dios y el hombre. La segunda tiene que ver con la posibilidad, la condescendencia del Dios Altísimo de constituir para sí como reyes y sacerdotes a individuos previamente arruinados, pecadores perdidos y marcados para la condenación, sin parte en la familia ni el reino de Dios, por los méritos del sacerdote-ofrenda, su Hijo Jesucristo, quien por la sangre de su cruz hizo posible la reconciliación entre al Altísimo y su creación (Colosenses 1:20).
“Nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre” (1 Pedro 2:9; ver también Apocalipsis 1:6).
Melquisedec se presenta delante de nosotros como un personaje único, semejante al Hijo de Dios, santo, apartado para el sacerdocio y además rey de paz. No recibió el sacerdocio por herencia familiar, como tampoco hoy se reciben las bendiciones de Dios por parentesco. ¿Pertenece el lector al grupo de los reyes y sacerdotes por el oficio del único mediador entre Dios y los hombres? –rc
(Continúa)
Lectura Diaria: | ||
2 Cronicas 16-17 [leer]
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/Ezequiel 37 [leer]
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/Juan 15:1-16 [leer]
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