En la Biblia se nos enseña siempre que para servir a Dios de buena manera hay que primero ser de su pueblo. Pero esto, para el creyente también, implica confesar prontamente el pecado delante de Dios cuando es necesario. Ejemplos de la vida del pueblo de Israel, del rey David, y de otros personajes dan cuenta de esta verdad.

“Mientras uno derribaba un árbol, se le cayó el hacha en el agua; y gritó diciendo:¡Ah, señor mío, era prestada! 2 reyes 6:5

Un buen ejemplo lo tenemos en el segundo libro de los Reyes. Leemos en el capítulo 6 que los hijos de los profetas desean la compañía y presencia de Eliseo. Estaban haciendo la obra de Dios y le invitan al profeta al campo a cortar madera para construir un lugar más espacioso donde estar. En el trabajo junto a su maestro, no obstante, uno de ellos pierde su herramienta. El hacha que estaba utilizando –el hierro- cae al río y desaparece en el fondo. Este relato nos da una preciosa analogía de lo que es la vida del creyente y cómo en su quehacer para el avance del reino de Dios debe procurar estar en compañía del Señor Jesús (Juan 15:5).

De la misma manera que este individuo pierde su hacha en el río y da pronta noticia a Eliseo, debemos confesar nuestras faltas y caídas al Señor. Puede ser una situación menor o poco trascendente, o puede que el hacha caiga al río y la pérdida sea grande. De cualquier manera la pregunta será la misma “¿Dónde cayó?” No es sino identificando –a veces dolorosamente- el punto preciso de caída cuando puede comenzar el proceso de reparación y restauración.

Tenemos algunos versículos que nos ilustran esta verdad:

“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13)

“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras” (Apocalipsis 2:5)

Es necesario ir al lugar mismo de la caída para obtener el perdón y comenzar la restauración. Mientras estemos silenciosos no habrá posibilidad de restablecer la comunión y nuestra alma se verá afectada. Dice David a Dios:

“Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.

Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;

Se volvió mi verdor en sequedades de verano.

— Selah

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad.

Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;

Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

— Selah

 

Salmo 32:3-5

“¿Dónde cayó?” es la pregunta que nos hace el Señor siempre que estamos en falta. Seamos prontos en responderle y actuar en obediencia. Que podamos tener un corazón sensible y honesto a las cosas del Señor. A dolernos cuando faltamos a nuestro deber y por distintas causas “nuestra hacha” cae al río y perdemos la posibilidad de ser útiles. Nuestro Señor está cerca, deseoso de escucharnos y hacer bendecirnos. Busquemos también su presencia –rc

(Continúa)

Lectura Diaria:
Esdras 10:1-28 [leer]
/Daniel 11:1-20 [leer]
/Apocalipsis 6:1-17 [leer]