Mes: Diciembre 2016

Con forma de hombre (III)

¿Cómo sabemos acerca de Dios? ¿Qué sabemos de él? Existe una sola forma correcta y bíblica de representar y de conocer a Dios. En la vida, el ser humano conoce y comprende lo que les es ajeno por medio de analogías. Podemos comprender cuando la Escritura nos dice de Dios que él “aborrece a los que hacen iniquidad” (Salmo 5:5) o que “el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11) sólo porque algo conocemos acerca del odio y de la misericordia en nuestra propia experiencia. De alguna manera proyectamos nuestras vivencias con respecto a dichas cualidades. Cuando oímos reír a alguien realmente no sentimos la alegría de esa persona pero sabemos cómo nos sentimos nosotros cuando reímos alegremente, así que asumimos por analogía que los mismos sentimientos están produciendo la risa en el otro. Desde luego, este conocimiento percibido por analogía puede estar distorsionado por nuestros errores propios. David escribe: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12). Cometemos errores con respecto a nuestros propios sentimientos y respecto de los de los otros. De la misma manera cometemos errores con respecto de la persona de Dios. La “imagen de Dios” en los seres humanos (Génesis 1:26, 27) es la que nos da un grado de analogía acerca de Dios en nuestros pensamientos, pero nuestras analogías desfiguradas nos pueden llevar con seguridad...

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Con forma de hombre (II)

“No estimó el ser igual a Dios” Filipenses 2:6   Ayer estudiábamos brevemente acerca de un hecho que constatamos muchas veces en la Biblia cuando ésta expresa, con relación a Dios, actos o reacciones que son propias de la naturaleza humana. Es una expresión metafórica donde los atributos de los humanos se le confieren a Dios con el fin de entenderlo. Por ejemplo, podemos leer en el Génesis “Jehová descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres” (Génesis 11:5). No es que Dios necesitara viajar desde el cielo para darse cuenta de lo que ocurría en la tierra. Más bien es un recurso que Dios emplea para acercarse a nosotros de tal manera que le podamos comprender sin ninguna confusión o duda respecto de qué es lo que quiere decir o lo que ordena en su palabra, para que notemos su afán en buscarnos y rescatarnos. Pero a la luz de la escritura vemos que el antropomorfismo es llevado a su máxima expresión en el hecho de que el Dios eterno se hace hombre y nace como tal: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre” (Lucas 2:7, ver también 1 Timoteo 3:16). No es un disfraz ni un maquillaje. Es Dios encarnado, manifestado en carne, glorioso como Dios, todopoderoso y...

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Con forma de hombre

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” Juan 1:7 Dios ha querido comunicarse con el ser humano desde el principio de su historia, de manera  directa y honesta. La Biblia describe desde el Génesis un Dios cercano y deseoso de beneficiar al hombre. Esto es contrario a la concepción general de que en el antiguo testamento tenemos un Dios lejano y poco interesado en el ser humano. Su interés le hace tratar con Adán, con Caín, con Noé, y con muchos otros como si fuera un semejante, hasta casi como si fuera un hombre él mismo.  Esta característica del trato que Dios tiene con el ser humano recibe el nombre de antropomorfismo, de antropos (hombre) y morfismo (forma), es decir, “con forma de hombre”. Por eso, entonces, leemos que Dios “miró” (Génesis 4:4-5), que “se arrepintió” (Génesis 6:6), que “se acordó” (Génesis 8:1, 20:29), entre otros pasajes. El antropomorfismo tiene que ver con expresar, con relación a Dios, actos o reacciones que son propias de la naturaleza humana. El objetivo es para la mejor comprensión nuestra de ciertos eventos, verdades o compromisos. Es para que comprendamos que los tratos de Dios con el ser humano son reales y para que lleguemos a comprender aunque sea sólo en grado mínimo el sentido que tienen algunas cosas para Dios. Podemos decir que el hecho de que la Biblia...

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Pidiendo la dirección del Señor

“Y consultando David a Jehová, él le respondió” 2 Samuel 5:23 Cuando David hizo esta consulta, recién había derrotado a los filisteos que habían venido en gran número. Con la ayuda de Dios dio cuenta de un ejército más numeroso que el suyo. Ahora enfrenta por segunda vez a este ejército y, en vez de confiarse y dar por segura su victoria, David prefiere consultar al Señor. Había logrado una victoria en el Señor y no da por sentado que va a obtener otra, aun en circunstancias parecidas a la primera. Quiere estar seguro del respaldo del Señor. En el tiempo actual es común consultar una dirección o un camino a seguir en un dispositivo de GPS. Recibiendo información de satélites, este aparato nos da habitualmente las instrucciones correctas. Si las instrucciones tardan, esperamos que se conecte y nos las presente. Confiamos en esta herramienta. Cuánto más en la dirección divina, que no falla, no se descalibra ni se queda sin energía. No demos un paso en la mañana sin consultar a nuestro Padre por su dirección. No quiere decir que no nos equivocaremos. Por cierto, muchas veces lo haremos, pero podemos volver al curso apropiado requiriendo, tal como David, la guía en oración y mediante la lectura de su palabra. Él lo ha dicho en la escritura “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes...

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Susana Wesley y la sangre de Cristo

“Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” Colosenses 1:20 Susana Wesley vivió en el siglo 17 en Inglaterra. Fue la madre de John y Charles Wesley, fundadores del metodismo. Asistía a la iglesia anglicana siguiendo esta religión, cuando súbitamente un día domingo tuvo conciencia cabal del significado de la muerte de Cristo.Tiempo después lo escribió de esta manera: “Al pasarme la copa y pronunciar las palabras: ‘la sangre de nuestro Señor Jesucristo que por ti fue dada’, la palabra hizo impacto en mi corazón. Al instante supe que Dios, por intermedio de Jesucristo, había perdonado todos mis pecados”. Susana Wesley comprendió que después del sacrificio de Cristo a favor del pecador ya nada queda por hacer. La sangre derramada de Hijo de Dios es suficiente para la salvación. ¿Qué sabemos de la sangre? En la Biblia es casi sinónimo con la vida. Sangre derramada equivale a una vida entregada, luego sin sangre no hay vida. Implica entrega total, completa e irrestricta. La sangre derramada no se recupera y queda en tierra como un permanente sello que no pude ser removido. En el nuevo testamento la sangre tiene que ver casi exclusivamente con el carácter expiatorio del sacrificio de Cristo, por cuyo derramamiento él paga el precio del pecado del hombre, dando su vida en la cruz. Su entrega es total e indesmentible pues el derrama su sangre...

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