En vista de ciertas prácticas que se ven hoy día en ciertas iglesias, nos hacemos la pregunta, ¿Qué haría el Señor con los que han hecho de la predicación del evangelio un negocio?

“Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas” Marcos 11:15

El Señor hizo su primer milagro en Caná de Galilea cuando cambió el agua en vino. Terminadas las festividades del casamiento, el Señor junto a los suyos y a sus discípulos descendieron a Capernaúm, ciudad al lado del mar de Galilea, donde el Señor Jesús estableció su residencia. Dentro de poco tiempo el Señor hizo su primera visita a la ciudad de Jerusalén. Cuando entró en el templo y vio la situación degradante en este lugar santo, echó fuera a los negociantes que se habían instalado allí. El Señor visitó el templo en Jerusalén al comienzo de su ministerio y también cuando finalizaba su ministerio aquí en el mundo. En ambas oportunidades, Jesús hizo limpieza de los elementos no deseables.

Jesús fue a Jerusalén porque estaba cerca la pascua de los judíos. Como un judío devoto y respetuoso de la ley, es de esperar que fuera a Jerusalén para celebrarla. Llegado al templo, halló que los negociantes ya habían llegado y junto a los cambistas habían cambiado el carácter del templo con sus prácticas comerciales. Merecieron las palabras de repudio dadas por el Señor. Llama la atención la brusquedad del lanzamiento a la calle de los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas, volcando las mesas. ¿Acaso hubo necesidad de que el Señor les dijera que fuesen personas non gratas en este sagrado recinto? A los que vendían palomas: Jesús dijo en forma categórica, “Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.” Los que vendían palomas podrían haber pensado que por vender a los pobres, se escaparían. Pero nadie se escapó. Se ve con sus acciones que Jesús tenía autoridad para actuar de esta forma. Al llamar el templo la casa de mi Padre, se identificó estrechamente con el lugar como para decir que debiera ser el lugar donde la voluntad del Padre prevaleciera y por tanto, los que se habían apoderado de los puestos eran intrusos.

La historia secular informa que los puestos eran vendidos por el mismo sumo sacerdote y su familia al postor que ofrecía más dinero. En verdad, habían cambiado el carácter del templo de ser un lugar sagrado a ser un lugar de negocios. En vista de ciertas prácticas que se ven hoy día en ciertas iglesias, nos hacemos la pregunta, ¿Qué haría el Señor con los que han hecho de la predicación del evangelio un negocio personal y familiar? Quizás en algunos casos la crítica del mundo sea merecida por ciertos cristianos y sus proyectos para enriquecerse usando sus “templos” como base de operaciones. (Continuará)

–daj