Creer con la verdad: la mujer samaritana
“Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” Salmo 107:9 Jesús va a Samaria. Le era “necesario” detenerse ahí (Juan 4:4). Entonces, al calor del mediodía, tiene un encuentro con una mujer de la ciudad que va a sacar agua. Probablemente ella concurría a esa hora y no en la mañana o la tarde para evitar la vergüenza pública que sentiría por su mala fama. El hecho es que el Señor se le aproxima y le hace una petición: “dame de beber” (v. 7). La mujer considera extraño que “un judío” le pida agua a ella, que es samaritana pues “judíos y samaritanos no se tratan entre sí” (v. 9). Entonces, Jesús entra al tema que realmente le ha hecho detenerse junto al pozo. Él ha tenido que pasar por Sicar para ocuparse de esta mujer necesitada, pues le ama y quiere su salvación. Con palabras directas, hace ver a esta mujer que en realidad ella está en una condición de búsqueda espiritual, de sed espiritual, y que él es el único que puede proveer el agua que ella necesita, “agua viva” (v. 10). Al igual que Nicodemo, esta mujer responde inicialmente a las cosas espirituales con consideraciones y pensamientos del mundo natural. “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” (v. 11) Jesús entonces...
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