Creer con la verdad: la mujer samaritana (2)
“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” Juan 4:23 Debe haber sido duro para la mujer samaritana reconocer delante de “un judío” que no tenía marido. Pero ella estaba delante del Hijo de Dios. Probablemente la expectativa del agua viva que produce vida eterna le llevó a sincerarse consigo misma y delante del Señor. En cada ser humano debe llegar el momento en que delante de Dios reconoce francamente su pecado: “no tengo marido”, “no he sido íntegro”, “no he dicho la verdad”, “no tengo la salvación”, “he pecado”. Jesús reconoce el acto de honestidad de ella y le revela que sabe más de ella que lo que ella jamás pensó. Él le conoce. Ante esa evidencia de poder y conocimiento esta mujer cambia su percepción de Cristo: “Señor, me parece que tú eres profeta” (v. 19). Los seres humanos somos muy parecidos en nuestra reacción natural a la verdad de Dios. Al igual que Nicodemo, ella comienza a tratar de demostrar que no es una mujer inculta en lo que a cosas espirituales se refiere: “Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Trata de introducir la idea de que tanto la posición suya como la de Jesús son visiones válidas con respecto a la forma de agradar a Dios, pero Jesús le...
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