Ya hemos señalado que la esencia del dispensacionalismo es primero, reconocer la diferencia entre Israel y la Iglesia, segundo, implica un principio consistente de interpretación literal y tercero, un concepto básico y práctico de que el propósito de Dios consiste en Su propia gloria en lugar del solo propósito de la salvación del hombre.
En este escenario, podemos también decir que el número de las dispensaciones y aun sus nombres o títulos son de importancia secundaria. Respetando la esencia señalada más arriba, algunos estudiosos reconocen cuatro, cinco, seis y aun hasta nueve distintos períodos o eras. La mayoría de los dispensacionalistas, no obstante, ve siete de ellas en el desarrollo de la historia bíblica.
Algunas dispensaciones constan de abundante revelación bíblica, que permite identificar fácilmente las leyes y principios que regían y ordenaban la responsabilidad dada al hombre de ese tiempo. Para otras la revelación bíblica es muy breve. Debemos decir, entonces, que la división más conocida de la historia en siete dispensaciones no es inspirada ni autoritativa. No obstante, son claramente perceptibles siete períodos, y también ocho según se interprete el período de la tribulación. Veamos algunas características propias de estas dispensaciones:
La dispensación de la inocencia o de la libertad (Génesis 1:28-3:6)
La descripción dada a este período da cuenta parcial de la condición de Adán antes de la caída. Creado no solamente inocente, sino con una santidad activa que le capacitaba para comunicarse con Dios cara a cara, Adán no poseía la santidad como la de Dios. No conocía el mal por experiencia sino que lo habría conocido –de no caer- desde la vereda del no-pecador. En este sentido, la inocencia y santidad de Adán no había sido probada y, por lo tanto, Adán no era un vencedor en esa condición. Era como un automóvil con un gran motor y capaz de correr a alta velocidad, pero nunca llevado a una autopista a demostrarlo.
Adán era un mayordomo cuya responsabilidad incluía cuidar y labrar el huerto del Edén (Génesis 2:15), y no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 1:17). Un solo mandamiento en esta dispensación, una sola prueba de parte de Dios hacia su criatura. Una sola manera de agradar al creador. Pero Adán fracasó en la prueba concerniente al comer (Génesis 3:6) y como consecuencia, juicios de amplias repercusiones fueron pronunciados sobre él, su mujer, la raza humana y la creación. Al mismo tiempo que interviene en juicio, Dios interviene en gracia a través de la muerte de un animal inocente que provee la vestidura por medio de la cual el hombre cubre la vergüenza de su pecado, figura del sacrificio de Cristo en la cruz a ocurrir varias dispensaciones más adelante. La inocencia termina abruptamente al momento en el que Adán y Eva comen del fruto prohibido y sus ojos son abiertos en la desgracia (Génesis 3:7). La restauración a la condición original será imposible. Dios escoge en su designio soberano restaurar la comunión del hombre caído a través de un largo camino. Un camino de miles de años y períodos que desplegarán palpablemente su gloria y sabiduría. –rc
(Continúa)
Lectura Diaria: | ||
Éxodo 31:1-18 [leer]
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/Salmos 79:1-80:19 [leer]
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/Hechos 18:24-19:20 [leer]
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