No con ejército ni con fuerza (3)
“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” Santiago 4:6 Una vez que el creyente se vuelve del pecado al arrepentimiento, en vez de mejorar su debilidad es más bien claro que no puede librarse del problema en el cual está inmerso. No se trata de castigarse y afanarse en salir de la situación y de vencer el pecado, se trata de dejar de confiar en uno mismo y sus recursos y “caer” en la confianza en Dios, dándonos cuenta una vez más que él posee todo el poder del cual nosotros carecemos. El evangelio y la cruz nos llevan a admitir que debemos permitir al Dios todopoderoso el estar a cargo de nuestra santificación. Dios ha prometido ayudar al humilde pero abandona a su suerte al que confía en sus propios recursos. Esta es una respuesta a la cual estamos muy acostumbrados, al querer arreglar tal o cual cosa por nosotros mismos. Al intentarlo, somos soberbios y asumimos una actitud farisea, la misma que Jesús condenó en el Sermón del Monte (ver Romanos 8:9-11; Filipenses 2:12-13; Efesios 3:16; Gálatas 5:16-17, 25; Colosenses 2:20-23). “Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré” (Hebreos 8:10) La visión bíblica de la santificación requiere un genuino cambio del corazón con el fin de expresar los efectos a largo plazo de reflejar...
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